Presentación de Jorge Calderón Ramírez
Dijo el gran Vicente Huidobro:
"La poesía es la vida de la vida, por eso podemos decir que es el juego de la vida y de la muerte. Pero, en verdad, todas las definiciones son insuficientes y acaso una de las mejores sería decir que la poesía es aquello que queda fuera del alcance de toda definición. Lo que es evidente, es que la poesía no es una entretención inofensiva como creen muchos, ni es tampoco un compuesto de relaciones irracionales como han dicho otros.
Pienso que la poesía es la síntesis de todas las potencias creadoras del hombre. La poesía es la suprema construcción del espíritu humano y algo así como el símbolo de todas sus facultades, de todos sus anhelos y de todas sus energías. Sólo por medio de la poesía el hombre resuelve sus desequilibrios, creando un equilibrio mágico o tal vez un mayor desequilibrio. Aplastado por el cosmos, el hombre se yergue y lo desafía, el poeta desafía al universo. Por la poesía se iguala o supera al cosmos. La poesía es más infinita que el infinito, más cósmica que el cosmos. Hace muchos años yo respondí en otra entrevista ante una pregunta semejante a ésta: la poesía es la conquista del universo".
Hoy estamos frente a un poeta que busca definir su sensibilidad y anhelos a través de la poesía. Jorge Calderón Ramírez tiene razones, que conoceremos luego en sus textos, para asumir la responsabilidad de escribir poesía.
Conocí a Jorge hace unos cuantos años, en el Palacio Carrasco, de Viña del Mar. De inmediato me llamó la atención su sensibilidad literaria, sobre todo la lírica. Su inquietud por la poesía era sincera y potente. En el taller de lectura “Teresa Hamel Nieto“, desarrollado en ese edificio, constaté la profunda forma y contenidos en sus trabajos, lo que nos acercó hasta abrir una amistad que me permitió conocerlo como persona y, sin duda, la nerviosidad de movimientos que le caracteriza, era una la fuente de sus versos.
Calderón Ramírez realiza en este poemario titulado El arco iris de mis sueños, una labor sobresaliente. En sus poemas se conjugan su alto valor lírico y su personalísima observación de la vida, un unir el pasado con el presente, pero sin quedarse atrapado en el dolor de lo ido o de un sueño que no fue.
“Quise un día el sol alcanzar con mis manos
quise las estrellas una noche rozar con mis alas
urge a mi mente conservar los segmentos de antaño
recuerdos que el viento de la vida desliza cual cascada”…
Manos y alas son una en ese deseo de asir la vida que yo no es nuestra pero, quizás no perdida; están en su alma lírica, en su corazón de hombre, por eso el poeta puede llevarlas al papel. No es extraño a los creadores ese “segmento de antaño” que Calderón Ramírez asume con altura en “El arco iris de mis sueños“, poema que abre los trabajos. La nostalgia es patente, pero no hiere, pues lo recordado es dulce, musical…
“Todos, todos!!! Sin excepción
son música en mis oídos gastados
son bastones en el camino trizado
son en definitiva
el arco iris de mis sueños”…
La selección que el poeta hace en este libro parece acertada, pues no se pierde en expresiones multifacéticas, sino que cohesionadas. Paul Eluard dijo con acierto que “la mejor selección es aquella que se hace para sí mismo”. Y este volumen recoge, me parece, lo más demostrativo de la obra del autor, en una elección carente de inútil egolatría, aunque, como dicen algunos vates, “se escribe para uno mismo”, no para los demás. Y Calderón, pienso, no busca fama ni reconocimiento vano, que tanto se dan en este medio, sino anhela presentarnos con espíritu sano su trabajo. Y hace bien, pues no sería justo con su obra dejarla encerrada en algún cajón o gaveta.
Hay unos versos que no podemos dejar pasar, por la dulce nostalgia que evocan.
"Quiero disfrutar los copos de nieve
que dibujan mil sonrisas
evocando mi niñez"...
Pero Jorge incluye algunos trabajos de adultos mayores. En la tercera edad, todo recuerdo adquiere aspectos nuevos, generalmente suavizados por los años de vida, pero esta suavidad se notará según que tan intensa o calma se hayan vivido las experiencias. No pocos quisieran dejar rastros de su historia para sus descendientes y no encuentran la forma, y las hojas que quisieron llenar quedan en blanco.
En la última parte del libro, titulada “Muro abierto“, en tanto Edelmira Orrego da gracias a la vida, Victoria Maluenda se queja de una cruel irrealidad. En tanto, enternece Victoria Malvenda con su canto a la maternidad:
“Hilé hebras y hebras de ternura
Y mi vientre hecho de rosas
Como un rosal floreció…
Bella expresión de un parto feliz. Creo que es, sin duda, hermosa forma que recibir el nacimiento de este libro generoso de Jorge Calderón., quien me ha honrado al pedirme estas líneas.
Bienvenida, entonces, esta nueva lírica de Jorge Calderón Ramírez y sus compañeras de ruta.
Muchas gracias.
Publicado por
Carlos Eduardo Saa
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