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Poemas de César Uribe

César Uribe

RECORRIDO

Vendan mis ojos.

Esconden su pánico, sus vergüenzas con mis densas gafas.

Detrás, las grilletas hacen altivo mi andar.


Se me vienen con urgencia el olfato, la audición. El tacto

se vuelve hermoso.


Mis sentidos -agudos como dedos que rozan lo prohibido-

detectan lo invisible.

“Me agarras/ muy suavemente”, canta Radio San Sebastián

mientras los adoquines tabletean golpeando mis huesos.


Ponen reversa, suben la cortina metálica, pasamos y la bajan.

Se oscurece silente la claridad.


Desciendo. Bajo, paso a paso.

Un, dos…,

me desplazo atento al ya acostumbrado

golpe aleve.

Tres, cuatro…,

temo caer de bruces con las manos atadas

a mis espaldas…

Cinco, seis...

unos metros

y a esperar.





EVOCACIÓN


Cuando se cierra una puerta

un mundo se cierra

o se abre,

cada vez.


Si se cierra por fuera

quedas dentro.

Si se cierra por dentro

quedas fuera,

cada vez.


Es el principio

o el final,

cada vez.


A partir de entonces

renaces

o mueres,

cada vez.


Las llaves son apertura

o cierre,

esta vez.




EL MURO DE LAS VOCES

Un ojo se me quedó por años en la pared

y hoy acusa mi presencia

al ver mi lágrima contenida.


Cada barrote oxidado, cada tabla barnizada

con sangre indefensa, huelen a mí.


Me veo allí,

enfrente

hablándome de dolores, olores, susurros.


Me hablo al oído, huelo a tabaco:

penetrante, al igual que la menta

exhalada al rumiar la goma Freshen-Up, mascada con fruición,

pero acompasadamente.

“-¡Cómo tú… si tu padre… Qué te pasó, cabro!…”,me digo al oído,

palmoteo mi espalda y me voy.




ARRIBA, ABAJO…

Me hala del brazo,

subimos cada peldaño

dejando la

lla:

di

sa

pe


“para subir al cielo/ se necesita/ una escalera larga/ y otra cortita…”.

Subo, trato de otear entre vendajes

(nada desespera más que no ver la forma de tu muerte).

Sólo cuento, huelo…,

escucho el silencio…

(retumban nuestros propios pasos).


Me enfrenta

uno a uno con mis cómplices,

ahorcados por la historia;

perdón, por la histeria,

en la pared: Lenin, Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Marx, Engels.


- “¡Suficiente!”, dice y me ciega. Regreso en blanca oscuridad.


Vuelvo, abajo, del brazo


a la

pe

sa


di

lla,

pensando


- “La ausencia del Che, me fue providencial”.


LOS SENTIDOS

Hay cosas que no les enseñan

en La Casa de las Américas.


Jamás supuso que pudiera ver

cegando mi vista.

Nunca creyó que pudiera recordar

formas,

posiciones, orientaciones

matando mi memoria visual.


Los ojos, ayer enceguecidos,

guían mis recuerdos.


El único olvido

que tengo es cuando abandono la fosa

de la ceguera

y

veo barrotes, puertas y candados,


sin tabaco,

sin menta,

sin susurros.




FRÍO OTOÑAL

Un intenso y delgado aroma percán

se me aloja como ácaro,

con un picor añoso

en la memoria.


Mis breves momentos demandan pericia:

a ciegas, a tientas, sin ensayo previo

(- “no vayas a orinar el piso”).


Evacuo hasta la sequedad que me queda,

busco saciar el futuro en una brevedad

interrumpida

por mi punzada espalda…

… el frío me cala los huesos

y se triza al sentarme en la silla

nuevamente.




LÍMITES

Nada sale de aquí.

Todo entra aquí.


Cada hierro impide volar,

me apresan como al pasto húmedo mi nariz;

sonidos de campanas:

de colegios (donde se enseña a amar),

de iglesias (donde sacrificios);


de jóvenes que juegan, gritan

y vociferan inocencia,

en cada recreo,

del otro lado

donde les prohíben

escuchar, mirar

más allá de sus límites.




SUBMARINO

Las manos atadas a la espalda.

Henchido el pecho como ofrenda.

Los pies también atados, tobillos juntos

con una soga larga como nuestra geografía.


Cabeza abajo, pies arriba, como si nuestro

norte fuera nuestro sur.

(No ves, no sabes pero presientes,

se huele aire acuoso).


Izado como emblema nacional,

no flameas,

desciendes. El primer contacto

congela las esperanzas,

alcanzas a contener pocos sueños

sientes espasmos mientras los puñales

penetran, penetran

y penetran, y vuelven a penetrar

hasta punzar agudamente los huesos.


La eternidad se interrumpe

una y otra vez,

borboteas aire mientras yaces

congelado,

hecho trizas,

como nuestra geografía.


PÁJARO CARPINTERO

El acompasado picoteo del laborioso pájaro carpintero

asemeja al martín pescador,

zambulléndose una y otra vez,

para atrapar la verdad.


“Vuestros nombres/ valientes soldados” lo saben bien:

cada gota,

sobre la cabeza rígida

moja, enfría, pesa,

como el acompasado paso regular

de las marchas prusianas,

cada 19 de septiembre.


Taladra y taladra.

El cuello cede

y la cabeza, ahuecada de martilleos,

se inclina


recordándome a Jesucristo,

en la cruz,

mirando desde lo alto

al miserable.



ESTILETE

“Y la lluvia caerá/ luego vendrá el sereno…”


La música destilada

por cada gota de agua

se disfruta mejor

detrás de los cristales,

junto al fogón

en este sur;


pero

el armonioso silencio entre las notas


se triza

cuando el hielo, el misil

dobla la cabeza inmóvil

del prisionero,

como si el estilete taurino

demandara aplausos

por la gesta

del cobarde.


APRENDIZAJE

¿Qué sentirá al verme

vendado,

encadenado,

curvado sobre la mesita escolar

que algún día,

algún joven

usó para aprender

acerca del bien, acerca del mal?


¿Sabrá que en la historia no será historia?


Resisto sus enseñanzas,

sus métodos,

sus técnicas educativas.


Lo sabe

y se molesta

y juega con la penitencia.


Se escucha la campana,

el recreo

no es para mí.



COSTRAS EN LA HISTORIA


Ahí están

las costras de la historia

doblándole la mano al olvido.


¿Brotará más sangre, alaridos; más gemidos, lágrimas ausentes,

si rascamos al madero herido?


¿Desaparece la vergüenza del valiente soldado

que ha “sido de Chile el sostén”, si lavamos la afrenta?


¿Diría quién fue la víctima, quién el victimario, si buscamos el ADN?


…Y en Valdivia llueve y llueve

y por más que llueva

nada

nadie

borrará

la huella indeleble de la vida,

porque manó de las entrañas,

del corazón

de los pulmones

de las manos

del pensamiento

que no pudieron arrebatar.



MOSTO

La mancha vino tinto

de la cepa humana destilada,

dibuja un rostro

petrificando un rastro de auxilio,

de respeto,

macerando una pena

enorme

por el victimario

hasta

amargar el mosto de la vida.



INCÓLUME

Se podría decir,

casi con desparpajo

que estoy erguido

erectus,

incólume.


Se podría decir

que,

a la derrota,

sobrevino un camino diferente,

un camino de acomodos que incomoda.


La moda, con sus espejos alucinantes,

embelesa a tantos

parecidos a mí.



AMORES HIPÓCRITAS

Murió el amor.

Nos miramos en la desconfianza,

crecimos en las sospechas,

los prejuicios,

las traiciones.


Aunque

los derrotados

digamos

“nunca más”

juremos y rejuremos

“nunca más”,

basta

meter un dedo

en la llaga de la historia

y las garras

y los odios

y las miserias

de los vencedores

reaparecerán.


Y serás la próxima experiencia

en este país

de amores hipócritas.


Publicado por

César Uribe

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