Cecilia Casanova y la Editorial de la Universidad de Valparaíso
En marzo reciente la Editorial de la Universidad de Valparaíso entregó el volumen de Poesía Reunida, de Cecilia Casanova. Nacida en Santiago en 1926 y figura importante en la Generación del 50, la autora ha publicado con anterioridad Como lo más solo (1949), De cada día (1959), Los juegos del sol (1963), Poemas y cuentos (1969), De acertijos y premoniciones (1971), Estudio Número 5 (1982), Vesania (1988), Los invitados de tu memoria (1993), El sonido de las estrellas (1998), Mi misma (2001), Estación Termini (2009), Poema del vago y del simpático (2010).
Para Jorge Teillier, en el prólogo a su libro de 1963, una de las tareas del poeta es el recuperar su realidad cotidiana. Y ese oficio en ella “está unida a otra tarea: la de recuperar por el viaje de la memoria los días de la infancia, vistos ya con la añoranza que provoca un paraíso perdido compuesto de las más simples alegrías: comprar esos globos que para siempre recordaremos lejos de nuestras manos, acariciar un caballo de carrousel, comprar barquillos los domingos”. Sin duda el poeta lárico era la persona más indicada para presentarnos este volumen. Casanova, en cambio, sigue por otros caminos y buscará en el texto epigramático, en la anotación al paso, las grandes respuestas a la existencia.
Enrique Lihn apuesta, en una extensa nota posterior a sus textos en Acertijos y premoniciones, a un análisis de la significación, más acorde con la teoría en boga, afirmando del uso dado a sus palabras: “sólo retenemos de ellas aquí la plausibilidad, la existencia de una poesía que obtiene un cierto efecto (que la define) de la “mezcolanza” de giros lingüísticos que, como en el caso de Cecilia, incluyen trivialidades de expresión, incluso literarias, restos de viejos modos de habla familiar, estereotipos varios, figuras, tópicos o metáforas de uso, desviaciones o anormalidades del discurso de la comunicación normal, impropiedades sintácticas, etc.” Esta burlona y poco generosa mirada habrá llevado, acaso, a Naín Nómez a dejarla afuera de su recuento poético nacional, se pregunta el descuidado lector. Porque el efecto de su lectura alcanza -con más profundidad de la observada allí- al tejido semántico. De creerle a Lihn deberíamos ser, del mismo modo, bastante más rigurosos ante la poesía de Claudio Bertoni u otros grandes minimalistas chilenos.
Para Carlos René Correa se trata de una autora “sugerente y diáfana” que “vive la realidad, la ausculta y desentraña”; y Eugenia Brito, en su Antología de Poetas Chilenas, resume con acierto esta poética: “Cecilia Casanova es la poeta que hace de los acontecimientos de lo cotidiano un artificio leve que mirado a veces con un lente más fino nos conduce a un pasaje más lúcido y cruel al que ella entra con gracia, como en un flash, rápida, seductora y cautivante”.
Volver a las páginas de Casanova -tras ese largo silencio impuesto por la celosa y transversal mirada de los poderes fácticos de nuestra provincial poesía- nos entrega un aire fresco y nutritivo frente a la pesadez y al smog que la circunda. Sin duda se trata de un acierto más de la Editorial de la Universidad de Valparaíso, que si bien aparece bajo la dirección de Cristián Warken, se le reconoce a cargo de Ernesto Pfeiffer, un muy buen editor capitalino quien ya lucía una lista de éxitos editoriales mucho antes de ser contratado por la UV.
Y mucho antes aún, cuando la dictadura no desvalijaba el país y destituía las altas casas de estudios, el sello respondía al nombre de Edeval, de la gloriosa Escuela de Derecho de la Universidad de Chile en Valparaíso. Rescatado en su espíritu por el actual rector de la UV, el sello mantiene sin embargo la visión centralista de sus integrantes y en poco o nada ha contribuido a la literatura regional. Vista de tal modo nos resulta, por el momento, otra editorial santiaguina instalada ahora en Valparaíso.
Del libro "De acertijos y premoniciones" (Ed. Nascimento, 1975)
Publicado por
Juan Cameron