El regreso de Waldo Bastías
Luego de treinta y cinco años la figura del mítico Waldo Bastías, el cuarto integrante del inventado Grupo del Café de Viña del Mar, vuelve a aparecer en el escenario del puerto. El encuentro de escritores organizado por la Sociedad de Escritores de Chile local con motivo del Forum de las Culturas convocó al poeta sancarlino a regresar a estos lares con su obra reunida bajo el brazo.
La última vez que se vio Waldo Bastías por Valparaíso fue por 1973 o 1974. Vivía entonces en el Cerro San Juan de Dios, en una calle dos cuadras más arriba de Avenida Alemania. Por aquella época ejercía como profesor en una escuela pública en Viña del Mar y solía compartir en el Café Cinema, junto a tantos próceres que en aquellos tiempos se reunían en torno a las mesas de esa especie de caverna platónica de la que surgió medio país artístico. Preso a comienzos de la barbarie pinochetista apareció por Buenos Aires junto a María Angélica Campos y a su pequeña hija. Por aquellos lugares dirigió un taller de poesía ilustrada, en la Galería de Arte Meridiana, en calle Rodríguez Peña muy cerca de Corrientes. Vivió en un comienzo en un pequeño chalet en Cortejarena, un barrio de Moreno en las afueras del Gran Buenos Aires, y luego se trasladó al centro de la ciudad. Algunas fotografías se conservan por ahí, aunque ya hace 35 años que partió a Caracas. Y su huella se había esfumado desde aquel momento. Sólo en 2010 regresa a la ciudad donde se hizo conocido como poeta. Un viaje programado para fines del ese año fue adelantado para estar presente en este encuentros.
Poco se sabía de él. Algunas referencias de quienes llegaban de Venezuela y una que otra muy esporádica publicación en alguna revista literaria daban señales de su existencia. Anduvo sí un par de veces por el país; pero en su San Carlos natal. Y la última vez, en 2007, se accidentó gravemente siendo operado de uno de sus pies. Ello atrasó el momentáneo retorno: «Esta pieza hostil, llena de trastos (…) Se transforma por arte de esta magia/ en la nave azul en que navego/ de regreso al viejo puerto/ en donde quedaron anclados mis zapatos/ esperando/ para volver a transitar conmigo/ esas calles retorcidas y amadas».
Para muchos colegas, Bastías es aún hoy un autor desconocido. Sus compañeros de ruta eran Renato Cárdenas, Osvaldo Rodríguez, Gregorio Paredes, Juan Luis Martínez, Sergio Badilla, Raúl Zurita, los habitantes del Café Cinema y los del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en Valparaíso. Hoy los actores son otros, nuevas promociones y generaciones, voces distintas en el dial. Tal vez por aquella razón sorprendieron sus versos leídos hace unos días en el encuentro de poetas que tuvo lugar en la costeña ciudad de Los Vilos. El poeta venezolano, como lo nombraban, dejó un buen recuerdo en el litoral nortino. De tal modo su participación en el Forum viene a suplir ese injusto olvido causado por la ausencia del país.
Bastías nos pone al día en su fichaje. Bajo el brazo trae varias de sus obras reunidas en Estación de tránsito, libro publicado en la colección Poesía Venezolana/ Contemporáneos, de la Fundación Editorial El Perro y la Rana, con el auspicio del Gobierno Bolivariano de Venezuela y del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. El volumen, aparecido en Caracas el año 2007, aporta trabajos de sus cuatro libros anteriores y da cuenta de una poética bastante interesante como lo fue, al menos en Viña del Mar, la practicada hasta el golpe de Estado; poética que Bastías de cierta manera continuó desarrollando con una marcada estética personal.
Esta poética se distingue por una búsqueda epigramática de la iluminación o de lo inteligente. Esta suerte de apunte suele concentrar su fuerza expresiva en el sentimiento al tiempo de utilizar, a modo de recurso, numerosas referencias culturales caras al inconsciente colectivo. Aunque anterior al facilista ensamblaje del posmodernismo, los referentes del cine y la televisión, del cómic y de la coyuntura o del mito y el directo lugar común conforman esta suerte de moledora de carne cuyo resultado siempre armónico se sustentará más en la forma que en el contenido del texto. La referencia a lo cotidiano a través del reflejo histórico suele aparecer en los primeros trabajos: «Por entre mis lágrimas/ vuelvo a mirarte Simone/ Y también lloras/ porque acabas de saber que tu hija/ ha sido nuevamente/ capturada/ por la Gestapo». Y otras veces el juego de los espejos, a la manera de la Alicia de Lewis Carroll, se repite a través de sus poemas: «Yo soy el vampiro/ y lloro/ frente al espejo/ cuando éste me devuelve/ la imagen de una habitación/ desierta». Y también: «Esto es una Ciudad/ el resto apenas relámpago/ en la memoria».
Su escritura mantuvo, al no contaminarse con la pretensión nacional de innovar a como diera lugar, ciertos registros básicos de esa experimentación que los autores de Valparaíso y de Viña del Mar practicaban en dicha época. Registros como Variaciones sobre el tema del rinoceronte podrían perfectamente haber sido recogidos por la estética de Juan Luis Martínez: «Si Ud. observa detenidamente, podrá notar que la curvatura de los cuernos del rinoceronte corresponde siempre a la dirección del viento predominante en la zona en que habita»; cuando no por el discurso de Freddy Flores, otro viñamarino que se esfumó entre Amsterdam y las artes plásticas.
El regreso de Bastías resulta una pieza de la mayor utilidad para completar la historia de una poesía joven truncada por el golpe militar. Y nos obliga a la mayor reflexión sobre nuestra propia escritura y trayectoria.
Publicado por
Juan Cameron
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