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Hernán Miranda Casavova, el poeta silencioso

En la revista Pájaro Pardo, Nº2, editada por José Angel Cuevas, aparece un poema de Hernán Miranda Casanova. Se llama Todo encaja en todo armoniosamente y ocupa una columna de la página frente a textos de Elvira Hernández y Tito Valenzuela. Es un trabajo redondo, de un mirar objetivo y doloroso a la vez. Poco sabe el gran público de su autor; de tarde en tarde publica algún poemario sin demasiado escándalo. Por eso falta en muchas antologías y libros sobre la especialidad. No aparece en la selección de Steven White (Poets of Chile) ni hay grandes menciones de su obra en los artículos de Soledad Bianchi.

Los treinta y seis versos del poema encierran una suerte de arte poética, de arte de vida más bien, en la cual la perfección nace de los opuestos. No indica el producto; estaría de más. Al lector le nace esa imagen porque, como dice allí, Al poema le es dado envolverlo todo,/ evidenciar las relaciones que hacen posible/ la armonía del caos.

A partir de sus primeros textos, de Arte de vaticinar, el poeta formula esta posibilidad. Sin grandes anuncios ubica la realidad sobre el papel y la deja actuar sin concesiones. La pasión, la furiosa hipérbole de la realidad, queda para quien lea sus versos. El vate es un mero acusador, un fiscal de su época destinado a mostrar, alejado de la emoción, lo tenebroso del mundo. Para ello carga los utensilios y las herramientas del oficio: Aquí estoy solo con mis pócimas, mis escalpelos,/ mis uñas rotas, mis salpicaduras./ Aquí con mi intranquila conciencia./ Aquí con mi mundo perturbado (en A nadie daré una droga mortal).

En la selección Veinticinco años de poesía chilena, de Teresa y Lila Calderón y Tomás Harris, explica su posición: “Pienso que mi poesía actúa por reducción. Se diría que tiende a concentrar esas percepciones que al paso de los días se van concentrando, decantando, en ciertos espacios de la conciencia”. Estos espacios son los que hace encajar en el poema publicado por Pájaro Pardo. Las percepciones de significación actúan para calzarse a la perfección en el concepto:! «El extremo oriental del Brasil encaja en la costa occidental de Africa/ y el cuerpo del atormentado en el instrumento que lo lacera (...) El río encaja en su cauce/ y el mar en su lecho cóncavo/ y en su cuenca el ojo lloroso y la llave en la cerradura». La otra cuestión, la trampa semántica a través de la cual Miranda Casanova denuncia, opera por ensamblaje, calza en el ojo del lector y en la memoria colectiva donde ambos se ubican.

Esta operación fotográfica, en la cual la mirada fija sobre la película del papel imágenes en apariencia dispersas o impertinentes, recurre al montaje como figura principal. Es toda una constante, además, en su trayectoria literaria. Opera con efectividad en La Moneda y otros poemas y es también recurrente en Trabajos en la vía o en Versos para quien conmigo va, entre otras de sus publicaciones.

En La Moneda, lo encontramos en el texto Vuelvo tarde en la noche y está además explicitado en Poema, en el cual muestra su proceso creativo: «Con viejas cartas encontradas al azar/ Con fotografías infrarrojas tomadas desde el aire (...) Harán indagaciones todo el día en el lugar./ Y alguien ha de contar leyendas acerca de un hombre/ Parado en una esquina».

Es esta superposición, entonces, la cual crea el tercer elemento, la síntesis dialéctica que inicia el movimiento y la vida, para alejarse rauda hacia su propia antítesis: «el poema se rebela contra la evidencia/ La flecha vuelve a elevarse y la liebre/ resignada/ corre a esconderse en la floresta». No en vano este texto, Liebres, menciona a los viejos filósofos quienes anhelan que nunca alcance al animal fugitivo, y está dedicado -en Trabajos en la vía- a César Soto.

Todo encaja en todo armoniosamenteresume, además de su valor intrínseco, en estas dos condiciones principales -montaje y connotación- la poética de Miranda y permite a la vez anotar su nombre en la mayor poesía chilena.

Como un verdadero fabulador, un autor de lenguaje inteligente, evocador e irónico, reaparece de pronto y silencioso. Una pieza de singular valor bibliográfico y una lograda selección de textos, contribuyen a destacar su Bar Abierto, su primera antología.

Hernán Miranda es un poeta oculto, un exacto representante de la poesía secreta. Por estos días, mientras el género se ahoga en teorías de lenguaje meteco o cae en manos de algún parvenu, en tiempos, agreguemos, en que los poetas son bastantes ignorantes en poesía, su nombre resulta lejano cuando no ignorado entre sus colegas. El tal caso resulta una víctima postrera del apagón cultural que continuó al golpe militar del 73.

No ocurría lo mismo antes de esa fecha. Al publicar Arte de Vaticinar, se instala junto a los mayores de la promoción universitaria del 65. Arte de Vaticinar incluye los poemas que -en 1969- obtuvieron el primer premio en los certámenes de las Juventudes Comunistas, del Instituto Pedagógico y de la FECH (Federación de Estudiantes de Chile), así como una mención honrosa en el, por entonces, prestigioso concurso Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago.

Entonces no es de extrañar la sorpresa que en muchos produjo la aparición de Bar Abierto, un elegante ejemplar entregado por Ediciones Tácitas con prólogo de Adán Méndez. El volumen agrega a los trabajos ya conocidos algunos poemas dispersos e inéditos. La selección, bastante acertada por lo demás, estuvo a cargo del mismo Méndez. De su mejor producción hayamos los magníficos textos apreciados por quienes leen poesía, entre ellos su Todo encaja en todo armoniosamente, de Este anodino tiempo diurno, tal vez el mayor de Miranda en estas últimas décadas.

Este quillotano ha hecho de las suyas. En 1984, en una época de intensa represión, permaneció durante un día encerrado en una jaula del Zoológico Metropolitano. La «acción de arte» como se interpretó entonces, contó con el apoyo de Enrique Lihn y Nicanor Parra, quienes fueron a admirar y conversar con este ejemplar de cuello y corbata; y fue sobradamente cubierta por la prensa escrita y la televisión. Pasó soplada como un acto de protesta contra la crueldad animal; mas nadie pareció percatarse de la significación política que implicaba.

Mientras estaba en Buenos Aires durante su primer exilio, el poeta compartió el premio de Casa de las Américas con el argentino Jorge Alejandro Boccanera. Su envío La Moneda y otros poemas contiene intensos dieciséis textos en dos finos cuadernillos referidos a su situación y a la imagen incendiada de la casa de gobierno chilena. Con su acostumbrada ironía, Miranda ve el mundo a través de una sonrisa: «Luego de hablar de la importancia de los partidos/ en la Revolución/ y de la necesidad de la militancia y la no militancia/ tú has dormido en mi cuarto/ como una cervatilla en el claro del bosque». Esta suerte de compromiso crítico es reconocible en varios integrantes de su generación. Su amigo y colega José Angel Cuevas dice de él poco después: «Pienso en Hernán Miranda, en el tumulto de historia. Traídos y llevados de una oreja por la vida. Todos los que quemaron sus alas en los últimos años 60 y los primeros 70».

Pero al parecer su mejor retrato se encuentra en el texto Reflexiones, de su cuarto libro: «Este es un hombre que no alcanzará la velocidad de la luz/ ni llegará a comandar un submarino./ Es/ el que siempre rebotó y rebotará en los espejos». Miranda se ríe de si mismo y se pone en duda con relativa facilidad. Pero lo hace con la misma ternura de poner en duda los más caros valores de la Patria o el aparato ideológico del Estado, según sea el lenguaje elegido por el lector. El poeta no se hace ningún problema; en su inmensa tolerancia nada le interesa en verdad: «Un amigo me regala un antiguo billete de un escudo (...) de Arturo Prat, el héroe de mi infancia/ Me llevo una sorpresa: Prat es un agraciado joven de barba/ en la flor de la vida/ No el viejo calvo y sombrío que tenía en la memoria».  El paso del tiempo es también una constante en la obra de este fabulador.Bar Abierto nos parece una excelente recopilación. Adán Méndez y la editorial han producido un trabajo elegante, de primera línea, como se merece Hernán Miranda, grande y silencioso poeta chileno. Como los mayores, Miranda se reconoce por el valor de sus textos aislados, más allá de todo académico prospecto o teoría.

Publicado por Juan Cameron

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Hernán Miranda Casanova

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