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Malcolm Lowry:Estoy en un lugar oscuro. Perdido

Enamorado del culto a la muerte Malcolm Lowry viaja a México, en 1937, a encontrarse con lo que él creía su destino. La historia del Cónsul, protagonista de Bajo el volcán, es casi la suya. El manojo de su correspondencia juega un rol para comprender su vida y su obra más allá de la escritura.

Las cartas de Lowry estaban marcadas. Como los naipes de la baraja y las cartas astronómicas, a las que se refiere en su simbología, también sus misivas cargan significaciones dignas de mención.

Clarence Malcolm Lowry nació en el seno de una familia acomodada. Después de enrolarse en la marina mercante -recorre el Extremo Oriente y el Océano Índico- se inscribe en Cambridge, donde se gradúa en Filología Inglesa. El autor de Bajo el volcán se ha visto envuelto con posterioridad de un halo mítico. Sostienen algunos que vivía en la pobreza, que el original de su obra máxima se quemó en dos oportunidades, que llegó a México el Día de los Muertos de 1936. En verdad, al incendiarse su cabaña en Dallarton, Canadá, en 1944, perdió el original de otra novela. Pero salvó el Volcán, el que termina a fines del mismo año. Es su tercer intento. Sus dos versiones anteriores son rechazadas por los editores.

Su estancia en Cuernavaca y en los flancos del Popocatepetl data de 1937. Enamorado del culto a la muerte, el infierno de su protagonista es casi su historia personal. En Oaxaca es apresado por espionaje, más bien por ser inglés, y ahí comienza su caída y su gloria. Viene de Hollywood, donde se ha desempeñado como guionista cinematográfico y, cautivado por el Que viva México de Eisestein, decide trasladarse al país azteca. Casi cumpliendo con el determinismo viaja en busca del destino griego que, intuye, se ha trazado para él.

En una carta a Conrad Aiken escribe en 1937: “He llegado a un estado de amnesia, depresión, angustia, consunción, cólera, envenenamiento alcohólico  y Dios sabe qué otras cosas (...) Pasé las Navidades, el Año Nuevo y el aniversario de mi matrimonio encerrado allí (...) No creo que pueda seguir adelante. Me hallo en un lugar oscuro. Perdido”.

Parece al borde del suicidio. Pero aún faltan veinte años y una nueva unión para que un magistrado de Ripe, Sussex, decrete “death for misadventure” (muerte por desventura). Fallece repentinamente en el verano de 1957 intoxicado por los barbitúricos que consumía para combatir sus depresiones alcohólicas. Escribía por entonces una serie de libros, entre ellos Escúchanos Oh Señor desde el cielo, tu morada, publicado recién en 1961, cuadernos de notas, varios poemas y una novela casi terminada, en proceso de revisión.

Toda escritura es auto referente. Quien escribe una carta se escribe a sí mismo, confiesa: “Una vez al año los muertos viven por un día. Vuelve a mí, Ivonne, aunque sólo sea por un día”. La nota que el protagonista le enviara a su esposa es un recado del autor a Jean Gabriel, su primera mujer, quien lo había abandonad por su afición a las copas. Lowry, como el Cónsul del Volcán, se consolará una vez más en el tequila y el mescal.

Tal vez Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene, tiene grandes deudas con el Cónsul. Pero Lowry es un iniciador de poetas más que de narradores. Tanto Bajo el volcán como A través de Panamá, u Oscuro como la tumba donde yace mi amigo como El sendero del bosque que lleva a la fuente, son (y deben ser) fuentes de inspiración para todo aprendiz de brujo. No en vano escribía a un lector editorial después de uno de los tantos rechazos de su Volcán: “a mi juicio el principal defecto del libro, del que nacen todos los demás, reside en algo que es irremediable: el contenido espiritual del libro es subjetivo más que objetivo, más propio de un poeta -no digo de un buen poeta- que de un novelista, y es un contenido muy difícil de llevar a término”.

Si como en todo escritor la tarea impuesta por Lowry para sí fue escribir del infierno y del paraíso, logra describir sin duda el primero. El cielo será beneficio de sus lectores, quienes decodificarán para su propio placer sin vivir, como el autor, la tragedia y su escritura. Lowry tiene conciencia del paraíso. Pero no lo alcanza. En un párrafo de El sendero... escribe: “¿Pero era nuevamente, pensé, angustiante la tarea? Por todos lados había, en las inmediaciones, imitaciones del Paraíso. Y en las pequeñas labores, tan alejadas de lo mecánico, una sensación de simple perfección humana”.

En la primera edición francesa aclara a vía de prólogo: “el mescal es también una droga que se toma bajo la forma de mezcalina, y la trascendencia de sus efectos es una de as pruebas bien conocidas de los ocultistas. Al parecer el Cónsul llega a confundir los dos estados, y después de todo, quizá no se equivoque demasiado”.

Malcolm Lowry publica en vida solamente Ultramarine, a los 22 años; y su obra magna en Nueva York, en 1947. Todas las demás ediciones son póstumas y muchas de ellas ordenadas por su segunda mujer, Margerie Bonner. Ella, fiel al destino del escritor, le edita bajo el nombre de Margerie B. Lowry, junto a Harvey Breit, en Filadelphia, en 1965, sus Cartas escogidas.

 


Publicado por Juan Cameron

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