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Cargos públicos

Patricio Alcalde

Cansado ya de mis quejas el Ministro me nombró Director de Bosques Fósiles. El cargo no contaba con una oficina propia y lo mejor era, se me indicó, cobrar todos los meses mi sueldo por la ventanilla C, donde se pagan los obreros. La remuneración no era muy suculenta pero al menos me servía para viajar en el Metro, donde siempre me asaltaban un poco, y en taxi el día de pago, donde también me asaltaban, aunque menos.

De vez en cuando aparecía por los pasillos del ministerio y me sentaba junto a los periodistas a tomar café y leer los periódicos. Nadie me decía nada y yo tampoco preguntaba mucho. Poco a poco me fui instruyendo en las facultades y obligaciones de mi cargo. En la Biblioteca del entrepiso, entre volúmenes de cuero y hatos de diarios oficiales, encontré disposiciones dispersas, decretos leyes dejados por anteriores dictaduras y nunca derogados, jurisprudencias administrativas y de las otras y más de algún memorandum calificado de secreto, material que me sirvió como filón de oro a pirquinero.

El señor K, el ascensorista, era también egresado en Derecho y se convirtió, quizá sin quererlo, en mi subsecretario. Su extraño apellido se debía a un abuelo llegado desde Checoeslovaquia durante la segunda guerra; y según decían, era ojeroso y orejón como su antepasado.

Hicimos un buen equipo. A través de cartas anónimas al director del periódico, recursos de protección y ciertas amenazas de delación, impedimos a una compañía minera extenderse en los subsuelos vecinos a su enclave y conseguimos reactivar a una carbonífera en el sur, que fue expropiada al Servicio de Turismo. Me ofrecieron estipendios y previsión; pero yo seguí adelante.

Nuestro ánimo subía o descendía de conformidad a los hechos. A pesar de numerosas amenazas de muerte continuamos y nuestras acciones se fueron haciendo conocidas. El ascensor era nuestra propia Abadía de Westminster.

No fueron muchas las regalías. K murió luego de un extraño desperfecto mecánico y el Ministro fue destituído tras el cambio de gobierno. Cuando llegó a mi oficina rogando por un trabajo le inventé algún cargo estúpido, algo así como Inspector de Bosques Fósiles, con grado de técnico nada más, y tuve el buen criterio de hacer instalar ascensores automáticos en el edificio.

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Patricio Alcalde

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