Textos  Folios  Extractos

Skip Navigation LinksPoesía > Obra Poética
Retorno

Poemas de Carl Dennis

Carl Dennis


Invitación


Esta es tu invitación para el acto del Noveno Grado

de la Escuela Secundaria Jackson Park

8.00 p.m., noviembre 17, 1947.

Macbeth, obra de William Shakespeare

y dirigida por el Sr. Grossman y la Sra. Silvio

puesta en escena por el curso de arte de la Srta. Ferguson.

Bastante esfuerzo se ha puesto en ello.

Docenas de alumnos optaron por quedarse después de clases

semana tras semana junto a sus profesores

justamente por montar esta única función,

un regalo para sacarlo un instante de lo usual.

Aunque Ud. se haya mudado deseará retornar.

Jackson Park queda, si acaso lo ha olvidado,

al final de calle Jackson arriba en la colina.

Si duda recordará que Macbeth trata de la ambición.

Es la pieza para Ud. si acaso ha intentado

alcanzar la meta a como dé lugar. Y si así no ha sido

de seguro le hará sentirse satisfecho.

Poco tiempo que perder queda a la llegada.

Tantos caminos ya listos están para llevarte

dentro del vacuo mundo al que llegas cegado con promesas.

Muy poco ha de volverte a aquello que has perdido.

Solo trata de llegar temprano.

Declárate esta vez enfermo en el trabajo.

Pospone vacaciones uno o dos días.

Prepárate a encontrar la ruta abandonada,

las señales de tránsito oxidadas, la escuela a oscuras,

las puertas cerradas, las ventanas quebradas.Así es como la ingresado el desafío.

¿Supones que el país pudo ser conquistado

si acaso los pioneros no querían estar solos?

En algún sitio los alumnos leen los diálogos

que no puedes recordar. En algún lugar, hace unos días

la invitación se fue, esta única que lees

en tu falda en el ático, el contenido de un baúl

apilado a tu lado. Olvida el pasaporte.

No requieres ya mismo viajar hacia París.

Europa se será aún más bella

una vez que completes el viaje comenzado

hoy.


(De Meetings with Time, 1992)



Parque Delaware, 1990


Estos cinco estudiantes de la China

que preparan su almuerzo en un rincón del grill

tal vez intentan resistir la gran tentación

de sentirse huérfanos, recordando a sí mismos en cambio

como también a veces en casa estaban solos

y alegres de ser olvidados por la autoridad.

Este país, podrían comentar,

tal vez hizo sentir tan extraños

a los colones que primero llegaron de Europa,

los extraños que vendieron sus viejas tierras en la patria

por un pasaje hacia una tierra de la cual cuanto sabían

eran solo rumores. Tal como a los indios

que sabían lo que el suelo significaba para ellos

al despertar con la vista de los cerros

camuflada por claros, graneros y hortalizas.

Este parque podrá ser

aquel donde sus niños jueguen

como si los bancos fueran hechos para ellos,

como si poseyeran el sol y las nubes,

como si la lluvia, así la única que comienza ahora a caer

los decepcionara solamente como un amigo podría

por razones que aceptan sin saber.

Este día, podrían comentar

mientras juntan sus mantas, no prueba

que la vida es aquí fría e inhóspita.

El hombre que los mira hace una hora desde el banco

un día no será ningún misterio.

Será posible entender lo que está pensando

así como podrían entender los pensamientos de un extraño en la China.

Hoy día el parece saber, confiado y lejano.

Un día podrá verse confuso y delicado

en busca de auspicio. Y seguirán su camino

Con esa compasión que ahora no pueden ofrecer.


(De Meetings with Time, 1992)



Tía Celia, 1961


Una vida sin desasosiego, esto es algo

que deseo predecir a un generoso

valiente joven como tú. Mas para ser feliz

necesitas de suerte, aquella que yo tuve

en hallar a tío Harry tras haber renunciado

a encontrar un hombre que me cortejara.

Aquela suerte ciega al visitar una prima en Pittsburgh

la primavera de 1930, en seguirla

camino a la lectura en el club socialista,

en sentarme atrás del hall junto de la salida,

en ignorar mi charlina y correr a buscarla,

en chocar en la silla, en caer.

Una torpe niña impulsiva ayudada de paso por un hombre

que se volvió alegre y filosófico.

No fue gratitud cuanto entonces sentí y ahora siento.

Más bien una mezcla de asombro, de alivio y de temor

Al pensar en la joven que era entonces

con esa suerte que la mayoría tiene,

de perder por pulgadas el encuentro fortuito,

la charlina no descuidada, la reunión cancelada,

el viaje a Pittsburgh pospuesto una semana

para así estar en casa en el día de su madre.

La gente te dirá que hay muchas buenas vidas

en espera de cualquiera, cada una magnífica en su propio sendero

y quizá estén en lo cierto, pero en mi opinión

la una está a kilómetros por sobre las demás.

De otro modo no me habría sido tan fácil encontrarla.

De otro modo aquellos que de ella carecen

no podrían contarnos tan claro de su pérdida

mientras sigan viviendo de lo mejor posible

sin quejarse. Nobles vidas; y hermosas,

y felices como mejor lo pueden.

Mas para la felicidad inmerecida,

No es posible buscar ese tipo de suerte,

aquello es algo diferente.


(De Ranking the wishes, 1997)


Todo cuanto he deseado


Quién diría que Mrs. Gottlieb, una mujer de espíritu

no tenía razón al decir a nuestro curso del liceo

que la gente lograba cuanto en verdad quería

tal como en su caso, al menos, y en el mío.

Habría aprendido griego de habérmelo propuesto

El diccionario y la Gramática en mi estante

fueron así símbolos de un deseo no tan fuerte

como para ponerlo en práctica. Debí haber ido a Bali

y ver la danza del fuego que describió mi amiga

tan vívidamente que adquirí un mapa de la isla,

folletos de estadía, una remera de algodón para el clima.

Tal vez pensara que habría sido más aquí feliz

haciendo otras cuestiones, algo menos pesado que viajar,

algo más. Tal vez yo no deseaba esa otra elección

de amante compañía con tanta intensidad

para hacerla a ella quedarse.

Tal vez quería los siete años de retiro que siguieron.

Es como si hubiese querido explorar lo que fuera

que estancaba el flujo del sentir desde el corazón

a la lengua con sólo esforzarme,

podría haber extraído el cieno de la corriente de la vida.

Debo haber tenido otros proyectos en mente,

otras ideas para ordenar las necesidades de mi especie

de acuerdo a una fórmula personal no puedo ya llamar a gritos

pero que sin duda pude si lo hubiera querido.

Debo querer mantener esta cuestión abierta

como el asunto del que igual soy el jornalero

que da cuenta del trabajo en la viña al romper el alba

o aquel que sin excusas se rezaga al crepúsculo

esperando que este sea el lugar donde el último sea el primero.

Debo alegrarme de ignorar si mi paseo esta tarde

marca el fin de un día completo o de un día de espera.

Debo alegrarme que la bandada de gaviotas

graznando sobre la escuela en formación cerrada

pareciera apartada de su azul mundo propio

sin llamarnos a retiro en medio de la acción.


(De Ranking the wishes, 1997)



Entero


¿Debo renunciar a la salvación

y suponer que la unidad de la vida no es la misma

que siempre he asumido, pero las veinte casas

que se alzan en mi cuadra? ¿Cuál casa guarda las horas

requeridas cada mes por la única conciencia de la cuadra

que no quiere ser la imagen entonces, mientras se rellena la ranura?

Confortable entonces despertar antes de la caída

y ojear la luz tras las cortinas

siempre prendidas en los estudios de mi vecindario,

prueba de que la cuota de temprana escritura en el bloque

va camino a su término y yo puedo dormir

o conducir al mercado campesino en busca de mercadería

desde que el comprar es también una categoría de acción inusual

y los espacios continúan en blanco sobre la plancha del contrato.

No es necesario ser el primero, no es necesario aumentar

el margen de experiencia más allá de lo dado.

Una vida sin emulación, una muerte que es tranquila

en tanto acepto el fin de mis muchos proyectos

y mis sueños de gloria. La calle

me sobrevivirá. Mi sombra retornará a ella

y mi alma también, aunque más pequeña de cuanto imaginaba,

no más grande que ese saltamontes sobre un arbusto del camino

que ayuda a un jardín a hallar su cuota de chirridos.

(De Ranking the wishes, 1997)


El crepúsculo


Ahora que un año ya ha pasado desde que tu enemigo

de la infancia, la implacable diabetes,

finalmente te derrotara, es tiempo que aparezcas

en los sueños, tu visión recobrada, tu molesta barba

en paz estilizada, tus cejas de profeta

arrugadas ya antes por la injusticia del mundo,

suave, como ocupas una silla junto al lecho.

Habrás que contarme del alivio que sentí

cuando tu corazón renunció tras un día de hospital

fue algo natural, natural para un amigo

contento de que le hayas dado el sueño por fin

a un cuerpo que nunca fue leal,

a un sirviente tramando aún nuevas traiciones.

Con las suaves maneras de doctor junto a la cama, dirás

que si acaso te envidiaba una porción extra de simpatía

no tenía por qué avergonzarme.

Tu soledad debió parecerme un foso

muy grande de llenar, en tanto los deberes más factibles

pedían la atención, y yo quise hacer la diferencia

para ver en aquellos en mi entorno la prueba de mi poder.

Ya es tiempo de arrepentirse, tu fantasma ha de explicar,

y tiempo de creer que el futuro ofrece alternativas

más amplias que aquellas ya ofrecidas

para hacer correcciones y seguir.

Estoy escuchando el discurso que hube de hacerte

acerca del perdón que en tu corazón había

aún si yo estaba lo suficientemente bien para desear

simplemente pasar mi tiempo libre en un compañía más alegre.

Con amigos sin retrospectiva, distantes, postrados a la muerte,

está vinculando mi error al error que Milton, tu héroe,

atribuyó a la pareja que destruyó el Paraíso.

La herencia, estoy esperando decirte, está compuesta

por muchas voces, y de estas una sola

podrá etiquetarse como derrota, una voz egoísta

pidiendo por el suelo en un coro de voces

cuando el alma se convoca lo bastante alejada de la calle

para oírse a si misma debatiendo.

Sólo un acicalado locutor que alega

que el ajeno sufrimiento es un lozadal

merece evitarse, como sea puras nuestras intenciones.

Una voz que más a menudo de lo creíble

cae para persuadir a los otros, y cuando así sucede

las hojas entonces se sienten pequeñas y mezquinas.


(De Practical Gods, 2001)



En el bus a Utica


Hasta hace un año conducía yo mismo a Utica

como siempre lo he hecho al ir donde tía Jeanninne.

Mas desde el último verano, y por una mala experiencia

con alienígenas, prefiero el viaje en bus. ¿Cree Ud.

que seres más avanzados que nosotros de cuando en vez

nos visiten desde algún lugar del universo?

Tampoco yo, hasta que la experiencia me indicó lo contrario.

Fue una noche del último otoño tras la sesión del Rotary.

Me había quedado, maestro de capítulo, a corregir mis notas,

así que no me sorprendió al llegar al estacionamiento

ver solo mi auto, aunque las sombras

sostenidas sobre él y una fuerte fragancia que no supe definir

-picante, cenicienta, metálica- fuera algún indicio.

Mis pensamientos iban a cualquier lado

reviviendo en la sesión el voto de ayuda a un restaurante

a inaugurarse en cierto barrio peligroso.

Así que el elemento de sorpresa era de aquellos cuatro,

tres que me empujaron al abrir yo la puerta

y uno que nos condujo hacia afuera del pueblo

hasta un claro donde había una nave de tres patas

grande como un van detenido. En su luz azul verdosa pude

ver bien sus rostros. Iguales a los nuestros

pero con ojos más grandes y brillantes e irregulares frentes

con mechas desde las cejas y cabellos de erizo.

No mostraron rudeza ni gritos ni empujones.

Sólo gestos muy suaves indicando sentarme

y mantener la calma al subir en silencio a la nave nodriza.

Recuerdo luces rojas en el andén de entrada

un hall oscuro, una sala con camilla donde al fin entendí

justo antes de bajar que no habría discusiones

ni sombra de dudas sobre el destino del universo,

ni mensajes que entregarles a mis buenos terrícolas.

Al despertar de la droga que me dieron

estaba en mi carro en el parking del Rotary

con una gran jaqueca como si me hubieran fuertemente

masajeado una semana algún par de gigantes. Ahora ya estoy bien

a pesar que mi idea de la vida fue alterada. Jode

pensar que los seres nos hayan elegido a nosotros, seguros y pedantes

Cuanto podrían sacar: lo mismo que conocemos

de lombrices marinas disecadas o bandadas de gansos.

Pensemos que su ciencia es al menos pura

no la búsqueda de una colonia en la Vía Láctea.

¿Cree Ud. que me hayan insertado un micrófono?

¿Por eso está callado? El temor será más dañino

que ellos mismos. Sea valiente. Ábrase.

Cuénteme algo que no confesará a sus amigos.

Sin duda lo verían como un extraño, excéntrico.

Si Ud. espera un diálogo aún más agradable,

más sensible que este que sucede

sentado junto a Ud. en un bus destartalado,

podría estar de acuerdo. Alguna vez también así esperé.

Ahora, puede ver, agarro lo que venga.


(De Practical Gods, 2001)



Piedras sepulcrales


Es fácil reírse de los tumbas en su afán de impresionarnos,

pero no de las lápidas modestas con sus breves inscripciones:

“amada esposa”, “amado esposo”, padres o hijos

o amigos. Una piedra en el Parque Forestal de Buffalo,

justo a pasos de la tumba de Millard Fillmore,

dice apenas. “No está aquí, no está aquí”,

bajo el nombre de una dama, sin fecha de nacencia o de muerte,

no está aquí si buscas su espíritu, nos dice la más simple lectura,

habiendo ascendido su espíritu a su verdadero hogar.

Además la connotación de la frase altera el modo

de la cierta finalidad del deseo: orar.

Pueda su esencia estar activa en una paz cualquiera

no enterrada aquí. Es eso o el llanto por la pérdida:

En cualquier lugar que ella esté, no está aquí ya no está

vivida y sana, fundiendo una luz alrededor

por arreglar nuestros espíritus. Como si en las piedras tan desgastadas

para leerlas, su silencio pidiera abandonar las ganas de recordarlos

y concentrarse en el deseo de yacer

calmados en sus lechos mortuorios, a los transeúntes, amigos y familia

que aprisionan el suelo en postrer bendición.

Cualquiera podrá atestiguar del final, o no hacerlo.

Podrá visitar la tumba y tratar ciertas cosas privadas.

Ahora que estás lejos puedo perdonarte.

O ahora que estás quieto puedes tú perdonarme.

Sólo una parte de mí estuvo en contra tuyo.

Lo mejor se mantuvo al lado de los otros,

y estaba casi lista para salir a la escena

al llegar el momento y dar un discurso tan sincero

como agrias palabras que a codazos tomaban la tribuna.

Escucha. Puedes dormir más tarde. Mientras no ayudes

el sueño no te alcanzará de forma alguna

si aún eres la persona que tú solías ser

y entiendas cuánto se te necesita,

cómo una señal tuya podría liberarme.


(De New Poems en New and Selected Poems, 2004)



Buenos Modales


Ninguna nota en este libro de la temprana conquista de América

comprado en el aeropuerto, así no hay manera de saber

a cuál tribu se refiere cuando menciona a una

que creía que los cansados extranjeros caras pálidas

habían cruzado el mar para aprender buenas maneras.

Pero cualquiera sea su nombre, asumiendo la exacta afirmación,

habrán sabido de su error en uno o dos meses.

Ningún hecho, sólo interpretaciones, como dice Nietzsche,

pero algunas interpretaciones concluiremos

mientras otros permitan continuar a nuestra tribu

haciendo lo que mejor saben hacer, nuestros curas y profetas

transmitiendo buenos modales a la próxima generación

como pasos de un baile o receta de un elixir.

Gracias por venir a visitarnos de tan lejos esta tarde

por la cena de tortillas de pescado, nueces y cerezas.

Tomaremos vuestro silencio como tímida aprobación

Tomaremos vuestro rechazo a una repetición

como falta de preparación, no de intenciones.

Desean ser educados, pero no saben como.

Y si algún error de cálculo

que delate una intención de hacernos daño

creemos que son capaces de arrepentirse a tiempo.

Esta es la tienda donde pasarán la noche

soñando con la aprobación de vuestros dioses

así como nosotros en los suyos.

Que tengan buenas formas más altas que conversiones

que crean poseer todos los cultos a manejar

y agradezcan que otros dioses les tiendan una mano.

Esto es para los dioses que enseñan buenas modales

como en un buen ejemplo, no herir jamás los sentimientos

alegando haber tenido que apartar su perfección

del recinto del ser para hacernos espacio,

a nosotros, criaturas lejanas a lo perfecto. Esto es en cortesía

en consideración a sus malas espaldas y piernas temblorosas

Evitémosle limpiar el polvo de los rincones

para que puedan en verdad agradecernos nuestra ayuda.


(De New Poems en New and Selected Poems, 2004)


Publicado por

Juan Cameron

Facebook Twitter DZone It! Digg It! StumbleUpon Technorati Del.icio.us NewsVine Reddit Blinklist Add diigo bookmark