Retorno
Tres poemas de Leonidas Rubio
Secreto a voces
En aquel tiempo yo era viejo todavía.
Era esa edad en que la vida no avanza
y fogones en la noche
eran el rastro de mi encuentro.
Viví sólo después de ser herido.
Una carta
atravesó el invierno por olas de arena
y sin saber si frente a la verdad
o frente a lo de siempre
vi a unos hombres bajar de la montaña
-pero eran ángeles arrepentidos-
y los seguí hasta bautizarme en su locura,
hasta tener una madre fruto de mi asombro
y una voz de madera otorgada por la noche.
Me dormí la eternidad
y desperté al día siguiente
y era mi sueño una vertiente de semillas
devueltas por la tierra.
Martiano
a Cristián Gómez
Deslucido, nadando entre dos luces.
Sin nombre de apóstol, sin nombre de poeta,
sin más cántiga que una cuerda rota en la garganta;
para el hombre que, benigno, es doblemente hombre,
convierto el oro en carbón y me hago orfebre de lo negro,
aplaco las fieras después de aplacado,
ni tan libres ni sencillos versos sino propios,
no temo yo ni curo en ciudad o en montaña
aunque el viento persiste en empujarme a las orillas.
5 (Un anciano me alcanza...)
Un anciano me alcanza su retrato
para que logre parecerme a mí mismo.
Él lo sabe y yo lo sé;
se tiran años a la cloaca
en la excreción política del verbo.
Conclusión:
volver a Debussy,
al mate amargo,
al dragón flamenco
que aguarda en una urna.
Hechos
y no palabras.
Publicado por
Juan Cameron