Algunos aspectos de la creatividad en el dibujo
© Víctor Femenías von Willigmann
Primeramente desearía aclarar que estas son solo algunas breves reflexiones sobre la creatividad más nacidas de la experiencia personal que de libros teóricos y no pretenden ser un material exhaustivo sobre el tema. También voy a preferir omitir, en lo posible, la palabra arte porque me parece demasiado presuntuosa y muy arrogante pretender haber hecho algo dentro de ese campo de actividad creadora o ser capaz de referirse a ella ostentando algún conocimiento cabal de su funcionamiento. Solo soy un enamorado de la belleza en todas sus manifestaciones y con un cierto grado de facilidad para dibujar a lo que hay que sumar gran habilidad manual y por ende para hacer grabado pero de ahí a que haga arte es otra cosa y hay mucho trecho. Pero, ¿qué es la creación dentro de este oficio de dibujante? ¿Y porque hablamos de dibujo y no de artes plásticas? Bueno porque el dibujo viene a ser el programa y la escultura, la pintura, el grabado. etc. vienen a ser las aplicaciones de dicho programa. Muy poco y nada se ha escrito al respecto y la mayoría de los tratados son muy teóricos y la estética, la crítica e historia del arte redundan en discursos retóricos o sea, pura y bella literatura con abundantes narraciones de episodios anecdóticos. Estos procesos creativos parecieran tener una mecánica propia, con etapas más o menos definidas que se han intentado describir pocas veces porque esta labor se ha hecho particularmente difícil y compleja por cuanto depende de aspectos técnicos que hay que obligadamente considerar y que varían de un creador a otro lo que impide establecer reglas generales. Hay muy poco escrito por los practicantes de la misma creatividad plástica que pueda arrojar alguna luz sobre esta actividad fuera de unos pocos escultores y pintores que dijeron algunas frases que ayudan a entender un poco esta labor.
© Víctor Femenías von Willigmann
Pareciera ser que hay algunos requisitos para abordar la creatividad en este oficio de dibujante, a saber, es una cuestión de actitud y ha sido altamente recomendado por los practicantes con mucha experiencia tener una gran humildad, pero, ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que hay que olvidarse de hacer la gran obra maestra. Esto constituye la mayor enfermedad de todo dibujante y no es difícil caer en ello sobre todo si se ha gozado con nuestro quehacer de cierto éxito social y sobretodo comercial. Además también quiere decir que no hay que racionalizar, o sea, no hay que intelectualizar lo que se está haciendo. Más aun, a diferencia de la computación, es importante no usar programas predeterminados o mejor dicho, preconceptos. Lo que significa que no porque algunas soluciones anteriores hayan sido exitosas o adecuadas lo van a ser nuevamente en un nuevo trabajo. El riesgo de usar preconceptos es de incurrir en la producción masiva de estereotipos. En el caso de la temática del retrato se estarían produciendo cabezas de rasgos muy semejantes que parecerían ser miembros de la misma familia (o sea hermanos mellizos). Resumiendo todas estas recomendaciones, esto pareciera querer decir que hay que trabajar como jugando sin pretensiones de ninguna índole, sin nada que ganar ni nada que perder. Lo más increíble es que muchos mensajes tan serios, trascendentales o profundos se hayan realizado y concretado a partir de este “hacer como jugando” que es muy parecido a las actividad de los juegos de los niños. Generalmente, los que se dedican a la creatividad artística, nunca mencionan este hecho a pesar de que todos están bastante familiarizados con estos procedimientos de “hacer como jugando”. Es muy probable que esto se deba a que hay un cierto temor a no ser tomados en serio por un público la más de las veces totalmente ignorante de estos procesos creativos y que probablemente sería exponerse a ser descalificados como artistas rigurosos y sistemáticos o a no cumplir con el paradigma o modelo del “artista”, y criticados de hacer arbitrariamente cualquier cosa. Este “hacer como jugando” donde no hay nada que ganar ni perder, crea una verdadera adicción al dibujo que se debe principalmente a que es una de las pocas actividades donde uno, la persona, “desaparece” por completo y se disfruta de la actividad creativa con absoluta libertad, concentración y ensimismamiento, en un estado de verdadero frenesí creativo. Es como si otra persona nos estuviera dictando lo que hay que hacer. Y todos los que nos dedicamos a este oficio sabemos muy bien que esa otra persona sabe mucho mejor que uno lo que hay que hacer y no hacer. A esta confianza en las decisiones de esa “otra persona” se le llama vulgarmente intuición. Con la práctica y la disciplina estos ejercicios creativos se van haciendo más agudos, afinados y extensos en el tiempo logrando que eso que llamamos popularmente intuición, iluminación o inspiración, se desarrolle y madure culminando en una gran precisión sin dudas ni vacilaciones. En este estado, el tiempo y todas las demás responsabilidades y preocupaciones del diario vivir desaparecen para dar paso y cabida a esta fantástica compulsión. Hay veces que este proceso puede llevar no solo días sino semanas, sobre todo si se trabajan varios dibujos a la vez, que solo terminara cuando los dibujos estén finalizados y eso también lo decide la “otra persona”, que nunca se equivoca. Una vez terminada la labor se instala un sentimiento de frustrante inconformidad por no ser capaces de proseguir en este estado y se echa de menos esta comunicación con la “otra persona” anhelando ingresar nuevamente en otra aventura creativa lo antes posible, no tanto por hacer algo bonito, sino por regresar a ese maravilloso estado del fenómeno de la creación plástica que es el verdadero y único leitmotiv para dedicarse a este oficio.
Enviuado por
Víctor Femenías von Willigmann