Gustavo Armijo
Gustavo Armijo 2017 Mail Art por la Paz
¿Cómo fueron sus inicios, sus primeros intentos?
GA: Desde niño siempre me gustó dibujar. Tuve respaldo de mi familia y, además, recibí la influencia de un primo hermano, el poeta y pintor salvadoreño Roberto Armijo. Él estaba en su apogeo y me entusiasmó, me daba libros, me presentaba a los poetas jóvenes de aquel tiempo de El Salvador, autores como Roque Dalton, Manlio Argueta, Roberto Cea. Ingresé a Bellas Artes y mi visión del mundo cambió, fue une experiencia única. Y en los sesenta, una década interesante en casi todos los artes, di mis primeros pasos. Vivíamos una época de diferentes cambios y todos queríamos ser algo.
Era una Tegucigalpa única. El arte lo hallábamos por doquier, se celebraba todo: la presentación de un libro, de una obra, siempre se terminaba con una reunión en la casa de alguien. Así, des descollé siendo estudiante: se dio una exposición que preparó la dirección de Bellas Artes, en Vermont, Estados Unidos y me incluyeron.
Después me incliné más para el dibujo – después de aquel tiempo, me considero un dibujante con resabio de otras cosas, pues yo no rehúyo a las influencias. Tener maestros como Dante Lazaroni, Max Euceda, Maria Castillo, que me formaron con una inquietud de trabajar y salir del anonimato a base de trabajo me motivó todavía más. Mi primera exposición fue recién egresado de Bellas Artes, casualmente se inauguró aquí en Ciudad Universitaria, pero como necesitaban espacio para otras cosas solo duró un día. Después se presentó en el IHCI y fue un proyecto que me marcó mucho. Eduardo Bähr la bautizó como Los gigantes tristes, eran figuran grandes, el hombre con grandes proporciones, algo como boteros en carbón.
¿Cómo surgió la posibilidad de viajar a México?
GA: En grande parte por amor. Me fui siguiendo una persona. Habíamos convenido seguir estudiando allá y entramos a la Academia San Carlos de la UNAM. Era un México marcado. Recién había pasado Tlatelolco. Pese al apoyo de mis padres hubo problemas, como suele ser la vida de todo estudiante. De ahí salieron dos hijas hermosas. Luego de cuatros años, pasamos a Estados Unidos: yo llego como un emigrante y conozco lo duro que es eso, al principio, como decía Roque Dalton “haciéndole de todo y sobreviviendo”. Uno se da cuenta de que cada inmigrante es una novela: deja un mundo atrás y va buscando otro, no siempre conquistándolo. Así pasaron diez años hasta que regresé a Honduras en los ochenta, soltero, y ahí conozco a mi esposa Clara, quien ha sido un bastión en mi vida. Ahora puedo decir que tengo la satisfacción de vivir con quienes quiero, donde quiero y hacer lo que yo quiero.
¿En su juventud, cómo veía el futuro arte en el país y que espera en la actualidad?
GA: En aquel tiempo, Bellas Artes y el IHCI en Comayagüela eran quizá los centros de arte más importantes: también estaba el Teatro Nacional y la UNAH durante los años en que estuvo Leticia de Oyuela en extensión cultural. Tegucigalpa era una ciudad pequeña donde todos nos conocíamos y no teníamos miedo a nada. De esa época surgieron personajes importantísimos en todas las artes, que sentaron las bases de lo que hoy tenemos. Hay circunstancias que definitivamente mermaron lo que podía ser, la situación política por ejemplo, que es un tema del cual no me gusta hablar porque siento que me traicionaron. Nos traicionaron y nos robaron los sueños. Ahora, igualmente, veo en el futuro del arte con mucho optimismo, ya que el país tiene elementos que sobresalen al nivel mundial. En algún momento dije algo que unos me han cuestionado, otros no, y es que las artes son la cara limpia de Honduras, y lo sostengo.
¿Cómo vive un artista en Honduras?¿Cuál es su día a día?¿le da para vivir del arte?
GA: Hay días difíciles. La unión de la familia, las responsabilidades, a veces hacemos piruetas pues hay que sacar para todo. Si no, cualquier día puedes estar leyendo un libro y de pronto llegan a cortar la luz – lo digo porque me ha pasado – y te arruinan el momento. Vivimos en la eterna disyuntiva de que hoy pago los servicios públicos y mañana, si puedo, compro los óleos. Y es algo de todos los meses. Sentimos que la carga es más pesada que en otros años y por el momentos uno quisiera salir corriendo. Si se mira la historia de la mayoría de las artistas, son gente humilde: no tenemos el apoyo que realmente se merece la cultura, somos como fantasmas en la sociedad, pero fantasmas positivos, y seguimos confiando que el futuro va a ser mejor.
Háblenos de su proceso creativo. ¿Tiene algún método?¿Trabaja un número de horas al día o todo surge espontáneamente?
GA: Trato de garabatear en todo instante. Puedo estar en un café, con una servilleta, en una casa, cualquier momento es apropiado. Me influye lo que pasa alrededor, en un mundo global que va en constante cambio; cualquier noticia – ya sea mala o buena – nos puede impactar aunque se dé al otro lado del mundo. Siempre procuro estar maquinando cosas, lo disfruto. Y hago mucho trabajo de cama: ahí es donde me surge incontables ideas.
Gustavo Armijo 2014 Homenaje a Pablo Zelaya Sierra
¿Qué nos puede decir de los modelos de arte contemporáneo en general?
GA: Es una controversia desde el momento que decimos “contemporáneo”. Contemporáneos somos casi todos los que estamos vivos y hacemos algo, es el día de hoy. A veces sucede que nos ven ya un poco viejos y piensan que lo nuestro no encaja bien en esta idea, y sí, en muchos casos pueden ser cosas completamente diferentes a las tendencias que se bautizan así, pero la larga lo nuestro es contemporáneo también. Muchas cosas de lo que vemos en esas líneas, por lo general, son influencias tardías que llegan a Honduras. No lo rechazo, pero ser algo que comienza a germinar en el país quizá aún no ha descollado su concepto como tal. Y nosotros como artistas trabajamos en ello.
¿Cómo cree usted que se aprecia la obra de Gustavo Armijo fuera de Honduras?
GA: No puedo decir que tenga gran recepción. A veces los medios de comunicación juegan en nuestra contra y es mínima la atención que se recibe. Mi trabajo es muy acumulativo. No tiene gran repercusión en el campo económico, no se vende mucho. Personalmente, tengo gran pasión del papel y en el mercado el papel no es muy valorado, la gente lo rechaza por puro desconocimiento, porque en los grandes museos hay trabajos hechos en papel de siglo de siglo atrás; o artes como el grabado también son poco receptivos ya que al público le gusta tener la pieza única y en óleo, y yo trabajo con productos más abiertos a las masas. Uno quisiera que las exposiciones fueran itinerantes, pero a lo sumo se presentan en una o dos plazas aquí en el país. Las casas de la cultura no funcionan y además es complicadísimo en estos tiempos montar una exposición sin en el apoyo de los entes gubernamentales. Las pocas presentaciones que se dan son fruto del puro empeño de la gente y del amor que tenemos hacia todo este universo cultural.
"Página al viento" Boletín informativo de la Editorial Universitaria UNAH
Año II, Nº13, 10/2013
Gustavo Armijo y Efraín Benítez © UTV UNAH
Gustavo Armijo : Los lectores 2004 © UTV UNAH
Obras comentadas de Gustavo Armijo
ARTES GRÁFICOS/DIBUJO : 2016 Todas somos Diosas y Temis. Homenaje a la mujer hondureña por Francesa Randazzo Eisemann, por Ramón Caballero