Poeta vuelto canto
Como el poeta de la plenitud y el gozo ha sido nombrado Roberto Arizmendi, profesor e impulsor de reformas curriculares en el ámbito universitario de su país. Autor de numerosos poemarios y unos cuantos libros de crónicas ("epistolarios) y sobre Educación, Arizmendi es un activo propulsor de las letras mexicanas y continentales y se ha destacado en la organización de varios encuentros literarios.
Para la escritora mexicana Thelma Nava -la viuda de Efraín Huerta- Arizmendi es uno de esos "infrecuentes seres con los que uno se encuentra cuya transparencia y luminosidad nos convierte de inmediato en sus amigos". Esto lo decía al presentar el poemario Inventar la lluvia, el 6 de junio de 1999 en la Casa del Poeta, en Ciudad de México. Les acompañaban en esa reunión los escritores Dana Gelinas y el guatemalteco Otto Raúl González.
Esta condición de plena empatía se corresponde con la obra del "hidrocálido" (patronímico del nacido en Aguascalientes), la que a través de alrededor de una treintena de libros se introduce en un tema bastante tratado en este oficio y, en consecuencia, muy difícil de practicar en estos días. Y es, nada menos, que la poesía amorosa.
La lengua castellana ha sido generosa en la materia. Desde Juan Ruiz, Arcipreste de Hita y sus espectaculares lamentos, "Pues si ella, mi dueña con otro fue casada" y sus Cualidades de las mujeres chicas, hasta Una mujer y un hombre de Juan Gelman y el fenomenal ¿Qué se ama cuando se ama? de Gonzalo Rojas (y no olvidemos el no menos trascendente Jugada maestra, de Omar Lara) el grito del amor y el desamor ha sido una constante que, a pesar de todo, muchos contemporáneos evitan hoy en día. Sin embargo Arizmendi apuesta toda la poesía a este mismo saco. Y su valiente opción ha dado resultados.
Todo el universo puede medirse a través de un solo sentimiento. El viaje nace de una amada: "La vida no alcanza para tanto anhelo./ Algunas veces he querido dejar la ciudad/ y sin maleta irme al mar,/ sin ropa ni equipaje (...) -sólo ella porque nunca conocí su nombre-/ recuerda la manera como descubrimos las estrellas" (de Confesión). Y también el sueño, ese territorio donde todo pareciera diluirse o concretarse como una figura, también, retórica: "Dejaré que el sueño te descubra,/ te quite delicadamente la ropa que te cubre/ y te haga aparecer" (de En esta hora de la noche me haces falta). Su lenguaje no disfraza, simplemente dice. Es directo, musical y así llega al oído del lector. A veces define, pero siempre a partir del eje central, como es el caso de lo desconocido: "La muerte es algo más que los ritos/ de ausencia y plañideras;/ es algo inalcanzable/ cuando el sabor a lluvia/ inunda el aire de los días" (del texto Descubro cada día la vida con tus luces).
En abril del año 2001 publica, en Venezuela, una obra de lo retrata y que lleva por nombre Poema vuelto canto. Junto a Jesús "Chúo" Ruiz, músico caraqueño, graban un disco compacto con voz y música de Ruiz y fragmentos leídos por el propio Arizmendi. Un total de catorce canciones cuyos textos, impresos en una carátula especialmente diseñada para la ocasión, conforman este libro. Los acompaña el guitarrista Rafael Lárez y la percusión de Willy Díaz.
La gracia de Arizmendi es evidente. El "poeta de la plenitud y el gozo", como dijera alguna vez Eduardo Martínez Hernández, se desenvuelve con éxito como educador, académico, directivo de la Universidad de Sonora y gran amigo de los poetas.
Roberto Arizmendi nació en Aguascalientes, México, en 1945. En su condición de maestro ha elaborado varios planes nacionales y estatales de educación y ha participado en el Sistema Nacional de Planeación Permanente de la Educación Superior en beneficio de las universidades mexicanas. Fue fundador de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior, director general académico en la Universidad Autónoma Metropolitana, directivo en diversas universidades e instituciones educativas y ha ocupado varios cargos educacionales a nivel gubernamental.
Siendo estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México obtuvo, en 1971, una mención honorífica en el IV Concurso de Poesía de la Revista Punto de Partida; y, en 1977, obtiene los Juegos Florales "Carlos Pellicer", en Xalapa, Veracruz. Entre sus obras figuran los poemarios Las cartas del tiempo (1981), Historias compartidas (1985), Rastreando por la vida (1987), Oficio de amar (1988), Repaso de la vida (1990), Navegante sin puerto (1991), Camino sin retorno (1992), Verano que no termina (1993), El mar, origen y destino (1994), Vuelo de gaviotas (1995), Cantos perdidos (1995), Cuenta regresiva (1995), Navegar entre amor y desencantos (1997), Inaugurar el sueño (1997), Entre bruma y humedad del puerto (1998), Estampas de viaje (1998), Inventar la lluvia (1999), Poema vuelto canto (2001), En medio de la noche (2002), Sueños (2004), Navegante de sueños y utopías (2005). Además ha publicado los epistolarios Todos los días son octubre (1989), Deletrear la vida (1991), Los pasos y los días (1995) y Construir los sueños (1997).
Arizmendi también figura en las recopilaciones 53 poemas del 68 mexicano (1972), Puerto Norte y Sur (Minessota, Estados Unidos, (1995), Cuarto y Quinto Maratón de Poesía (Toluca, 2001 y 2002) y La ciudad menos transparente (2003).
Juan Cameron
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